La voz del padre
Cuando Clara empujó la puerta de su departamento, el silencio habitual la recibió como siempre. Dejó las llaves en el cuenco de cerámica azul, se quitó los zapatos y caminó directo al living, donde el sol de la tarde se estiraba como un gato cansado sobre el suelo de madera. Había sido un día largo en la oficina: balances pendientes, llamados cruzados, y esa sensación permanente de estar atrapada entre números que no le pertenecían. Entonces lo vio. La grabadora. Era una de esas viejas, rectangular y gris, con botones de plástico y una tapa transparente que dejaba ver la cinta. Estaba sobre la mesa del living, justo al centro, como si alguien la hubiese dejado ahí a propósito. Clara frunció el ceño. Juraría no haberla visto esa mañana. Juraría aún más que estaba guardada en una caja con otras cosas de su padre, muertas junto a él hace un año. Y entonces, sin que ella la tocara, la grabadora emitió un clic . La cinta comenzó a girar. —“Ésta es la historia que nunca te conté,...